'Álvaro Palacios toca el cielo' |
Conforme nos llegaba la noticia de que Álvaro Palacios había obtenido el galardón de Enólogo del Año otorgado por la revista 'Wine Enthusiast', rápidamente cambié de parecer sobre la publicación de nuestro artículo del mes. Ya que debía haber sido dedicado a nuestro amigo común-de Álvaro y mío-, Joaquín Gálvez, no creo que este último se moleste si aparco su panegírico hasta el mes de marzo. Pues ambos, como muchos otros españoles, estamos encantados con este algo inesperado reconocimiento que de algún modo premia a toda una generación de enólogos, viticultores y dueños de bodegas que ha hecho realidad la actual revolución vitícola en España. Sí, Álvaro, un tío de nuestra edad, que acaba de cumplir los cuarenta y es el más joven de una antigua saga riojana de elaboradores de vino -Palacios Remondo-. ¡Sí, aquél que durante años fuera considerado una oveja descarriada según el estricto código de conducta de la élite riojana del vino! Allí estaba, delante de más de trescientos expertos, famosos y entusiastas del vino que le brindaron una larga ovación. En Nueva York, recibiendo su trofeo y teniendo dificultades para articular palabras, muy embargado por la emoción. Fue tan sólo hace una semana, en enero de 2004, que las grandes cadenas de televisión merecidamente robaron espacio de máxima audiencia para mostrar a Álvaro en lo más alto de la enología mundial. Por cierto, él también tiene sus detractores y no hay que sorprenderse de ello pues la envidia es el deporte nacional en la piel de toro. No sólo unos cuantos le espetan que es demasiado joven, sus vinos demasiado caros o su éxito el resultado de algún truco de la mercadotecnia; si no que algunos, de manera un tanto vergonzante, incluso llegan a entrar en el terreno personal cuando tengo la certeza de que ni siquiera han tenido la suerte de conocerlo. La verdad es que para una legión de gente joven, en la que me incluyo, él ha sido, y es, un icono al que merece la pena imitar. Primero y principal porque siempre ha sido un 'joven' abierto y jovial; un tipo que siempre está dispuesto a aprender en la mesa, se trate de quien se trate, y que muestra una envidiable pasión por su trabajo. Una bella persona en todos los sentidos, cuyo objetivo principal ha sido siempre impresionar con sus vinos y que ha tomado todos los riesgos imaginables para alcanzar la perfección. Quizás no demasiados asistentes al acto neoyorquino fueran conscientes de que Álvaro jugó, y obviamente sigue jugando, un papel primordial en la promoción de una de las regiones vitícolas menos valoradas hasta que él decidiera asentarse en ella: el Priorat en Tarragona. Allí llegó a finales de los 80 de la mano de su viejo amigo René Barbier hijo (Clos Mogador). Si ahora el Priorat goza de fama mundial por sus vinos, ciertamente es debido a él y a un grupo de intrépidos pioneros que creían en el trabajo duro y las infinitas posibilidades que ofrecían sus tierras pizarrosas, pobres y escarpadas. Sin apoyos de ningún tipo, cada uno de ellos tomaría muy pronto su propio camino. Rápidamente Álvaro se distanció de los demás cuando consiguiera obtener los mayores elogios por su vino L'Ermita, un sueño hecho realidad elaborado principalmente con garnachas viejas de la zona. Sus primeras añadas fueron tan excitantes a principios de los 90, que llegó a marcar un hito al conseguir ser durante muchos años el vino tinto más caro de España. Haber llegado ahí no fue sino el lógico resultado de una vida plena de vivencias relacionadas con el mundo del vino..... |
Presumiblemente incluso menos gente en la reunión sabía que, mucho antes de aquello, Álvaro había realizado un tremendo viaje de conocimiento vinícola impulsado por el encorsetado panorama productor que dominaba su tierra. Una Rioja que tomaba una postura industrial y donde no había cabida para la elaboración perfeccionista y elitista. A la edad de 21 años, en 1985, tiró de todos los hilos posibles que sus familiares, allegados y amigos le pudieron proporcionar para hacer unas prácticas en una de las casas míticas: Château Petrus. Siempre comenta que este paso cambió su visión del vino para siempre: 'Hasta entonces creía que el mejor vino del mundo era el Rioja. Pero fue en Francia cuando me di cuenta de lo equivocado que estaba.' De allí, a los EEUU, donde continuó ampliando horizontes y aprendiendo increíbles detalles en torno al vino que no hubiera ni imaginado comprender en su etapa española. "Rioja posee una extraordinaria relación calidad/precio, pero los mejores vinos del mundo son franceses y son ellos los que tiran del carro. Necesitamos elaborar vinos fuera de serie para poder ensalzar la imagen de toda una región, de todo un país". Dicho y hecho. Tras un período en que hizo de representante de casas toneleras de élite por toda España (otro aspecto importante que aprendió fuera, cuando en España todavía las viejas barricas y botas eran la norma), fue seducido por las austeras tierras y viñas del Priorat. Con todo lo que había aprendido y mejorado, tanto en viticultura como enología, estaba convencido de que los mejores vinos provenían de las viñas más viejas y los mejores racimos. Aplicó cada uno de los conocimientos adquiridos en el extranjero y consiguió diferenciar su gama conforme a los principios de marketing y calidad que los franceses ya habían establecido tantos años atrás. Primero Clos Dofí (que más tarde pasaría a ser Finca Dofí), después L'Ermita y por último, pero no menos importante, uno de los más emblemáticos Priorat 'populares': Les Terrasses. De Norteamérica se trajo un regusto específico sobre los temas comerciales y habiendo asistido a tantas e interesantes catas en las cuales conoció a los más importantes orfebres del vino; se propuso como objetivo promover sus propias obras de arte. Para un español hablar en público es una de las tareas más arduas de este mundo, pero si además lo tiene que hacer en lengua extranjera, todavía más. Pero lo consiguió, ¡vaya que sí¡ Con una fama creciente tanto fuera como dentro de España y la producción de L'Ermita fijada en 4.000 botellas -que llegaban a comercializarse a 350 euros la unidad- se inclinó por nuevos horizontes y retos. Podría haberse dormido en los laureles, dedicarse a la promoción de sus ya afamados Priorat y dejar la comercialización en manos del primer sistema de 'tratante' a la francesa que se implanta en España. Pero no. Con su sobrino Ricardo exploró nuevas oportunidades en otra región que con el tiempo había caído en el olvido: El Bierzo. Hoy día su exclusivo Corullón, un envidiable vino hecho de uvas locales de la casta mencía, alcanza un precio de 50 euros la botella con una demanda que está muy por encima de la oferta. Su éxito calaba hondo en el seno de su familia, conforme la calidad y el reconocimiento alcanzaban cotas cada vez más altas. Y quien probablemente más impresionado estaba era su admirado y querido padre, Don José Palacios Remondo. Su triste ida marcó un punto de inflexión en el devenir de la bodega familiar. |
Álvaro ha sido y es una persona generosa e, interpelado sobre su éxito, no es de extrañar que siempre tenga algo para los demás. En primer lugar muestra un agradecimiento extremo a su fiel colega y compañero que, junto con él, está detrás de sus vinos del Priorat, Joan Asens. Éste se atiene a los mismos principios que han hecho que Álvaro llegue a la cima. Aunque pone énfasis en como deben reaccionar los enólogos más jóvenes: 'La clave del éxito reside en el viñedo. Hoy día esto no es un gran secreto para la nueva generación de enólogos, pero también tienen que aprender inglés y perder miedo al avión para que la gente conozca sus vinos'. Según él, y yo personalmente apoyo su punto de vista, los españoles tienden a pensar que las cosas están mejores fuera de lo que realmente están. 'Cuando se viaja mucho, uno tiene la impresión que otros países como Italia o Francia están haciendo las cosas mucho mejor. No sólo hay iniciativas privadas que merecen de halago, sino que, además, ayudas estatales apoyan las iniciativas de los pequeños negocios y bodegas. Nosotros necesitamos también esos subsidios. Todo es más fácil para las grandes empresas. Exportar calidad no tiene nada que ver con exportar cantidad'. Mientras se prepara para varias catas verticales de sus vinos, una de las cuales le llevará a Carmel lugar de residencia del famoso actor Clint Eastwood, uno no alberga duda alguna de que él es uno de los más grandes impulsores detrás de la actual 'moda' por los vinos españoles en los mercados internacionales. Los EEUU, Japón o Canadá también están en la agenda. 'No puedo sino saludar la increíble gama de vinos que estamos elaborando en sitios como Valencia o Jumilla. Apoyo de todo corazón los esfuerzos que mis colegas están llevando a cabo. Juntos haremos que la revolución llegue al objetivo que todos deseamos: colocar para siempre los vinos españoles en la primera división de la excelencia mundial'. Sí, el vino es su pasión, tanto como su esposa e hija Lola. Y nosotros somos unos apasionados de su trabajo. ¡Manténte así Álvaro! Para aquellos de entre nosotros que luchamos denodadamente para que el mensaje revolucionario llegue a todas partes, no podemos sentirnos más agradecidos. ¡Nuestra más sincera enhorabuena! |
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WINE SPECTATOR
Priorat Struggles With Success
Among Spanish wine regions, Priorat can claim the most impressive recent transformation, emerging during the 1990s from obscurity to worldwide success. But despite the extraordinary progress, the debate between tradition and modernity rages unabated here. Boiled down to its essence, it's a showdown over which grapes to cultivate: the indigenous varieties of Garnacha and Cariñena, or imports such as Cabernet Sauvignon, Merlot and Syrah.
The Cinderella story is well-known by now. The region, nestled in the mountains west of
But René Barbier, an idealistic Frenchman with family roots in Spanish wine, believed in Priorat's potential. In the 1980s, he enlisted a group of friends to join him in a winemaking project. Working together in a communal bodega until 1989, then on their own, they began to remake the region. Hard work paid off; by the mid-1990s, their wines were garnering high praise and commanding high prices.
"Everything is moving so quickly here," says Julián Baste, 28, whose father was an original member of the Barbier band. Baste now works with Barbier's son, also named René, in a winery called Laurona just outside the Priorat boundaries. "Wine changed everything: the economy, construction in the area, even immigration, as new people came to work the vines. Even tourism is growing now."
The Hostal Sport in Falset is proof of that. Though basic, it offers a level of modern comfort that's new to the region. Its restaurant is a gathering place for Priorat's winemakers, and in February I lunched there with Baste, René Barbier Jr. and Sara Pérez, daughter of José Luis Pérez, another of the pioneers. Along with friends, the three winemakers are engaged in a multitude of overlapping projects, exploring Priorat's possibilities. They are enjoying its success; now they want to find its soul.
"My father brought the family here from
Pérez makes wine at Clos Martinet, which her father founded in 1992, at Cims de Porrera, in conjunction with a local cooperative, and with Los Ocho, a group of eight young friends. She also produces Venus and Eneas, muscular red blends from the Montsant region where Laurona is based. She's keenly attuned to the history embedded in the abandoned vineyard terraces that mark Priorat's steep hills, and in the character of the old men whose ancient vineyards supply the grapes for Cims de Porrera.
Pérez is jubilant about Priorat's progress, noting that while there may have been as many as 15,000 acres of vineyards planted pre-phylloxera, in 1990 there were fewer than 2,000 acres, along with only 10 bodegas. Now there are 42 bodegas working nearly 5,000 acres of vines. But at the same time she fears for the region's character.
"Cabernet Sauvignon is the second most planted grape in Priorat," she says. "It terrifies me. We spent 10 years trying to copy
Pérez is working primarily with old-vine Cariñena, especially at Cims de Porrera. The grape was widely planted in Priorat after phylloxera, because it was easy to cultivate and highly productive. Though it has a reputation for making simple, rustic reds, she finds that in this terroir, with yields limited by the advanced age of the vines, Cariñena can make structured, richly fruity wines. But while her dedication to this traditional variety is sincere, her regret is ironic, since her father was one of the first proponents of Cabernet Sauvignon and Merlot in Priorat.
The elder Barbier explains that historical records aren't specific enough to prove exactly which grapes flourished in Priorat during its eras of glory. Probably, he suspects, a heterogeneous multitude of varieties. By the time he and his confederates got there, no one was certain what vines would produce the world-class wines they envisioned.
"I was from the Rhône," Barbier explains, "so I planted Syrah with the Garnacha. José Luis Pérez had a passion for Cabernet. We all took our own paths. Cariñena wasn't really in any of our projects. But first we discovered there was less Garnacha and more Cariñena here than we expected. Then we realized that it could make good wine."
Álvaro Palacios disagrees. "I knew Cariñena from Rioja, where it's called Mazuelo. In my opinion, the wines don't age very well." And though Palacios grows Cabernet and Syrah in his Clos Dof’ vineyard, it's only because the grapes were already planted when he bought the property in 1989. His pride and joy is L'Ermita, a vineyard of old-vine Garnacha.
"When we got here, nobody believed in the old vines," Palacios recalls. "But old vines have always been my obsession. So I began buying fruit from the old vineyards that nobody else wanted." He wanted to buy the vineyards, too, but didn't have the money. Now he has the money, but those old vines are no longer for sale. "The locals have recovered their pride," Palacios sighs, with a mixture of admiration and regret.
The struggle is not only over grape varieties, though. The choice of grapes influences the structure of the vineyards, and this in turn affects everything from mechanization to irrigation to the broader environment. One of the most visible contrasts here is between the narrow, fragmented terraces (where the old, head-pruned vineyards struggle for footholds on the hillsides and must be worked by men with mules) and the broader terraces (suitable for tractors) that are creating emphatic new contours on the mountains.
Palacios, for his part, insists that Priorat can find true success only by cherishing the old ways, sustaining them where possible, re-creating them where necessary.
"I'm a romantic," he avows. "This landscape inspires us to live within a long and glorious tradition. Changing the landscape in order to facilitate the work is to betray that tradition and lose its potential. I don't believe that classic wines can come from these industrial vineyard terraces. Our task is to recuperate the possibilities of
Barbier is sympathetic, but skeptical. "To return to the mules to work the vines is a beautiful thing, a piece of history," he says. "But the mule doesn't work alone. You need a person, too. And few young people today are interested in working with mules. Also, these labor-intensive, traditional practices raise the price of wine production significantly. Priorat wines are already expensive. I don't want to make wines only for rich people."
These competing visions express the irony and challenge of Priorat. Barbier, Palacios and the others came here because the terroir gave a wine they loved. But that terroir was expressed in a varietal blend, a viticultural practice and a vinification technique that can't be entirely replicated today. So the winemakers must find new methods to reproduce the old wines -- or, from another perspective, create new wines that are still faithful to the old spirit.
The best wines answer these questions on their own terms. Whether it's the savage elegance of L'Ermita, the brooding power of Barbier's Clos Mogador or the polished richness of Viña del Ocho, Priorat wines show distinctive character and a heady appeal. They reflect the rugged geography of their birthplace; their aromas capture the fragrant mix of olives, almonds, pines and wild herbs that have taken over the abandoned terraces and mingled with the ancient vines.
And they testify, too, to the transformative power of great wine. Carlos Pastrana was another of the original pioneers. His Costers del Siurana was the original winery where all worked together in the 1980s. "At that time, Priorat was one of the most economically depressed regions of
It's still an open question which grape varieties will come to dominate Priorat's vineyards, and what wine style will emerge as truly expressive of the region's terroir. But in their disparate ways, the pioneers and their heirs have committed themselves to search for truth as well as success. They seem to be on track to achieve both goals, an impressive accomplishment and a beacon for the rest of
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